- Survival Zombie 48 horas. Requena (Valencia). 6, 7 y 8 de Marzo.
☞ Z03. 7:30 pm. División de grupos.
Tras la corrección de los test realizados, a Fernando y a mí nos separaron, a él le mandaron con los militantes y yo me fui con el grupo de logística. A mí me hubiera gustado más el grupo de sanitarios, pero sólo tenían dos plazas para la enfermería, así que, como segunda opción, prefería logística a militar, sin duda alguna, ya que las armas y yo, no nos llevamos bien.
Mientras que el grupo militar se dedicaba a recorrer el perímetro y garantizar que todo estaba en orden.
A nosotros nos mandaron la misión de encontrar agua embotellada que dispersaron por todo el recinto.
13 y Jandro |
Con nuestras linternas íbamos alumbrando el pedregoso camino, entre árboles del monte, arados del campo, y campos de tiro para entrenarnos.
En nuestro grupo éramos unas 15 personas, y cada vez encontrábamos más garrafones de agua, que pesaban un montón, yo pensaba..., ya les podían haber encargado este trabajito a los militares que nos triplicaban en número, y seguramente podían realizar la misión mejor que nosotros, pero bueno, al final de la misión conseguimos que nos ayudaran a transportar la mercancía al recinto de las cabañas.
Mientras estábamos en plena misión, Jandro nos contaba como sus amigos los soldados, le ataban a los árboles y le dejaban ahí durante horas, y... más perrerías varias que tenía que soportar, Jandro no paraba de hablar, y 13 no paraba de decirle que no hiciera tanto ruido, 13 siempre tenía cara de pocos amigos, y su carisma brillaba por su ausencia.
Caminando entre el campo de tiro, buscábamos entre los palés atrincherados, y neumáticos amontonados unos encima de otros.
Dentro de una de estas pilas de neumáticos, encontramos más garrafas de agua y yo vi una carta escrita por alguien de la resistencia, y que iba dirigida a una tal colibrí. Según empezamos a leerla, 13 nos interrumpió, nos confiscó la carta, la arrugó y la tiró, y muy enfadada nos dijo, que no quería que volveríamos a pronunciar el nombre de colibrí en alto.
Yo hábilmente, mientras continuaron andando, me detuve, distanciándome del grupo, lo suficiente para recoger la carta que había caído tras unos arbustos.
Una vez analizado el perímetro, y habiendo recuperado todas las garrafas de agua, nos dijeron que era la hora de cenar.
Eran las 8:30 y ya tenían todo el comedor preparado para que nos pudiésemos alimentar perfectamente y aguantar la larga noche que nos esperaba por delante. Fue una cena tranquila sin incidentes, en la que nos íbamos conociendo los unos a los otros, pues éramos como unos 60 reclutas novatos, y comentábamos la situación en la que nos habíamos metido, alistándonos en la resistencia.
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